Ring Shout (Terapia de grupo)

Una de las imagenes de la serie de dibujos de Tom Feelings sobre The Middle Passage (Imagen extraída de: http://www.tfaoi.com/aa/1aa/1aa677.htm)

Una de las imagenes de la serie de dibujos de Tom Feelings sobre The Middle Passage (Imagen extraída de: http://www.tfaoi.com/aa/1aa/1aa677.htm)

A menudo, por aquello de aligerar bagaje, viajar comporta una serie de inconveniencias del tipo renuncia al apego a ciertas “necesidades” que nos aportan comodidad. Cuando el viaje es obligado, largo, el pasaje estrecho, el destino incierto y el retorno indefinido, tal vez, lo menos importante es lo que se pueda portar dentro de una maleta; quizás sea más conveniente asegurarse de equipar el espíritu y la memoria con otros bienes de exiguo volumen, aunque de peso sustancial.

La llegada de los primeros navegantes europeos al Nuevo Mundo despertó un afán imperialista por la explotación de los recursos naturales en los territorios colonizados que estuvo irremisiblemente asociado a la esclavitud. Hombres, mujeres, familias enteras fueron arrancadas de sus aldeas y desplazadas miles de kilómetros para emplear sus fuerzas tanto en la industria minera y el sector agrario como en diversas actividades urbanas. Para beneficio de unos pocos, el negocio de la mano de obra esclava funcionó durante más de tres siglos y medio mediante un comercio triangular entre Europa, África y América, moralmente reprobable aunque, asombrosamente, jurídicamente legal. En los Estados Unidos el desarrollo de la economía de plantación supuso una fuerte demanda de recursos humanos, lo que se tradujo en un despunte en la cifra de esclavos importados, sobre todo desde las circunscripciones sureñas. Así, a partir de 1700, especialmente hacia mediados del siglo XVIII, comenzó a intensificarse el tráfico negrero por el Atlántico. Tratantes portugueses, ingleses y holandeses, fundamentalmente, zarpaban de sus puertos provistos de baratijas que entregarían a reyezuelos del África Occidental a cambio de vidas raptadas en auténticas cacerías humanas. Cruzado el océano, en el último vértice del triángulo, el “producto” obtenido era subastado entre los propietarios de inmensas extensiones cultivadas con algodón, tabaco, arroz o caña de azúcar.

Serie de dibujos (sección de la imagen) de Tom Feelings sobre The Middle Passage (Imagen extraída de: http://www.tfaoi.com/aa/1aa/1aa677.htm)

Serie de dibujos (sección de la imagen) de Tom Feelings sobre The Middle Passage (Imagen extraída de: http://www.tfaoi.com/aa/1aa/1aa677.htm)

Para estos mayoristas sin escrúpulos, muy por delante de ofrecer comodidad a sus pasajeros, era prioritario amortizar al máximo cada trayecto de sus galeones, de modo que no permitían lugar para mucho equipaje. En esta parte del itinerario, conocida como Pasaje Medio (Middle Passage), ocupaban al máximo las bodegas de los buques con cuerpos almacenados hombro con hombro, uno tras otro. Existía la llamada Carga Holgada (Loose Pack) en la que, respetando la normativa, el espacio disponible para cada hombre era de 1,83 metros por 41 centímetros; de 1,78 por 41 para cada mujer; de 1,53 por 35 para cada niño; y de 1,38 por 31 para cada niña. A la vista de estos datos no es posible imaginar una travesía desahogada, más aún teniendo en cuenta que ésta solía durar un mínimo de treinta días, pudiendo prolongarse hasta casi dos meses bajo condiciones meteorológicas adversas. La denominación de la ilegal Carga Apretada (Tight Pack) es ya de por sí bastante descriptiva: el mayor hacinamiento resultaba en una realidad, sin duda, mucho más dura aún.

Además de las restricciones espaciales abordo, los cautivos y cautivas eran sometidos a diversas otras tropelías y abusos que es preferible no mencionar aquí… Sin embargo, por más sufrido y penoso que fuera el traslado, esto no garantizaba una existencia mucho más amable en el punto de destino. Tras su llegada, los esclavos pasaban unos días recuperándose del viaje, siendo alimentados un poco mejor que durante los días en el barco, además de ser higienizados y tratados de las enfermedades con las que, en buena parte de los casos, pisaban su nuevo entorno. Después de este período, una vez lustrada, la “mercancía” quedaba preparada para su exposición y venta, pasando a ser explotada en labores agrícolas, fundamentalmente, aunque también en el servicio doméstico de sus amos. Lejos de sus orígenes, la población esclava pudo, al menos, mantener el vínculo con sus raíces mediante la evocación de costumbres y la práctica de ritos sagrados, lo que a su vez les servía para relajar las tensiones del trabajo y fortalecer la cohesión grupal.

Estrechamente ligado a la música y el movimiento, uno de estos rituales consistía –o consiste– en la organización de una estructura circular de tres metros de diámetro, como máximo, formada por cuatro o cinco personas que giraban en sentido anti-horario. Lo hacían al son de canciones basadas en el patrón de llamada-respuesta que otros participantes –ellos mismos, en ocasiones– entonaban a su lado. Entre otras temáticas que tenían que ver con su día a día, los cánticos eran rogatorios, o bien por medio de los cuales entraban en comunicación con antepasados u otros parientes más recientemente difuntos. El Círculo Sagrado Africano centraba un vórtice energético desde el que establecer una conexión espiritual. Rotaba al ritmo de tambores, palmas, pisotones o el repiqueteo de un bastón golpeado contra una tabla colocada sobre el suelo. Existen indicios de este tipo de ceremonias en distintas partes de la geografía del Nuevo Continente. En Estados Unidos se comenzó a extender desde la llegada de los primeros esclavos a las plantaciones, experimentando un proceso de secularización tras el cual se convertiría en la primera forma de danza genuinamente afroamericana. Quizá fuera en ese momento cuando pasó a recibir la denominación de Ring Shout.

Existen diferentes hipótesis entorno a la etimología del término. Parece claro que la palabra Ring (Anillo) alude a la circunferencia descrita por la oscilación de sus participantes. Sin embargo, al contrario de lo que se pueda deducir, Shout (Grito, en principio) no hace referencia a la voz, sino también al movimiento. Una hipótesis apunta que el vocablo podría ser descendiente del árabe Shaw’t, que denomina el ritual de los devotos musulmanes caminando alrededor de La Kaaba, en La Meca.

Basado en la citada estructura sagrada, durante su evolución el Ring Shout fue adoptando elementos aportados por cada una de las distintas etnias a las que pertenecían los esclavos, todo ello en el contexto de la religión Hoodoo, que combinaba asimismo diversas liturgias africanas y que fue practicada previamente y durante el tránsito hacia la profunda cristianización de que sería objeto la población negra. Los centros más activos en lo que respecta al desarrollo de esta manifestación cultural se sitúan en áreas de Carolina del Sur, Georgia y Florida, donde el mestizaje dio lugar a la formación de la comunidad Gullah, también conocida como Geechee. La sociedad Gullah desarrolló una serie de costumbres características, así como un lenguaje propio en el que eran cantados muchos de los temas que sonaban acompañando el Shout.

Ring Shouters, 1930 (Imagen extraída de: http://newsdesk.si.edu/photos/word-shout-song-ring-shouters)

Ring Shouters, 1930 (Imagen extraída de: http://newsdesk.si.edu/photos/word-shout-song-ring-shouters)

El Ring Shout era mirado con desagrado, recelo e incluso temor por los blancos. Se prohibió que su celebración coincidiera con las misas cristianas, así como llevarlo a cabo en las proximidades de las iglesias. Un testimonio de la época describe el sentir de quienes no entendían su significado:

“Esta noche he asistido a un ‘shout’ y me parece que es la reminiscencia de algún tipo de veneración idólatra. Los negros cantan una especie de estribillo, tres se quedan de pié, aparte, dirigiendo y dando palmas, mientras el resto da vueltas en círculo siguiéndose los unos a los otros sin mucha regularidad, girando ocasionalmente sobre sí mismos y doblando las rodillas, y pisoteando de tal manera que hacen que el suelo se mueva. Nunca vi nada tan salvaje. Lo llaman ceremonia religiosa, pero parece más un mero jugueteo.”

Para sus practicantes primitivos no era ningún juego, ni una fiesta, ni lo consideraban una danza. A diferencia de otros bailes propiamente dichos, como el Cakewalk, por ejemplo, el Ring Shout no incorporaba la componente satírica o festiva, así como ningún tipo de competición. Según la descripción anterior, la manera de pisar de los Shouters hacía temblar el suelo, sin embargo, esto es difícil de conseguir sin levantar suficientemente los zapatos del mismo… En un ritual realmente ortodoxo la procesión circular se realizaba prácticamente arrastrando las plantas de los pies, hecho que no es estético o casual, sino que representaba la inclusión de un símbolo anclado en tradiciones sacras.

Parece que las comunidades protestantes eran más intolerantes que las católicas con los hábitos africanos y afroamericanos. Había ambientes en los que, en este sentido, la convivencia interracial e interreligiosa era más cordial: algunos amos llegaron a habilitar y poner a disposición de sus súbditos espacios destinados a la oración y la celebración de cultos como el Ring Shout. Donde esto no era posible, las ceremonias tenían lugar en algún claro dentro de los bosques o en zonas apartadas de las marismas ribereñas. No obstante, un testigo da fe de haber presenciado un Shout, en 1819, en la pública Congo Square de Nueva Orleans, el mítico punto de encuentro semanal de los esclavos en su día “libre”.

Desde sus primeras manifestaciones, el Ring Shout evolucionó y experimentó adaptaciones en la medida en que las circunstancias de los esclavos fueron cambiando. En lo tocante a lo estrictamente musical, por ejemplo, un suceso marcaría su destino desde 1739. Como es sabido, uno de los elementos imprescindibles en cualquier tipo de acontecimiento africano o afroamericano es el ritmo, para cuya producción, entonces, era común el empleo de tambores y otros instrumentos de percusión de construcción artesanal propia. El 9 de septiembre del citado año estallaba una de las primeras rebeliones organizadas de la historia colonial de Estados Unidos, concretamente en Carolina del Sur, conocida con el nombre de Rebelión de Stono o Conspiración de Cato. Además de las sangrientas consecuencias producto de una cruenta represión, el fin del levantamiento dio lugar a un acta de ley por la que, entre otras cosas, comenzó a estar perseguido el uso de tambores y otros útiles –campanas, silbatos, etc. – que pudieran servir como llamada para la concentración de multitudes. La medida hizo que, desde entonces, el bastón golpeando el suelo tomara mayor protagonismo como elemento percusivo en los Ring Shout.

Aunque en forma de danza, ha conseguido llegar hasta nuestros días manteniendo el mismo vocabulario que empleaba en origen. Muchas de las áreas en las que creció sostenido por la comunidad Gullah se encuentran actualmente despobladas. No obstante, hay grupos que rescatan el legado y se empeñan en seguir transmitiéndolo como pieza valiosa de su patrimonio histórico. Siguiendo el precepto “Tienes que conocer de dónde vienes para saber hacia dónde vas”, The McIntosh County Shouters llevan más de treinta años realizando una labor divulgativa y de preservación de esta tradición centenaria. En el siguiente video didáctico, realizado para la Biblioteca del Congreso, la agrupación georgiana hace un recorrido por la historia del Ring Shout, ilustrándola con varios ejemplos.

Como ha sido reconocido por etnólogos e historiadores, esta costumbre ancestral llegaría para depositarse en los cimientos de la expresión cultural afroamericana. En los buques que surcaron el Pasaje Medio viajaba algo más que simple fuerza. El equipaje de cada uno de los esclavos y esclavas incluía parte de un acervo cultural que abonaría el terreno para todo lo que se cultivaría en él años más tarde: Blues, Jazz

Salud y brassa!!!

Fuentes:

– Gioia, T. (2002). Historia del Jazz. (Tr. por Paul Silles). Madrid: Turner.

– Hazzard-Donald, K. (2011). Hoodoo Religion and American Dance Traditions: Rethinking the Ring Shout. The Journal of Pan African Studies, 4(6), pp. 194-212.

– Hazzard-Gordon, K. (1990). Dancing under the lash. In Hazzard-Gordon, K., Jookin’: The rise of social dance formations in African-American culture (pp. 3-62). Philadelphia: Temple Univ. Press.

http://en.wikipedia.org/wiki/Stono_Rebellion [Accessed June 2013].

http://www.youtube.com/watch?v=uxPU5517u8c [Accessed June 2013].

– Post, C. (2003). Plantation Slavery and Economic Development in the Antebellum Southern United States. Journal of Agrarian Change, 3(3), pp. 289-332.


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